En este juego de la democracia y sus fantásticos beneficios para la vida de todas las personas que la conformamos, se nos olvida a menudo que nuestro voto tiene el poder de dibujar el futuro que entre todas queremos construir.
Estamos ya empezando a ver los primeros pactos entre PP y Vox, y con ello, la realidad se va tornando gris. Llevo tiempo preguntándome qué tiene en la cabeza una persona que ve una oferta política válida en un partido de ultraderecha como es Vox, que no ha tenido pudor alguno en lanzar todo tipo de mensajes xenófobos y en contra de la corrección de desigualdades y violencia que venimos sufriendo desde hace siglos las mujeres y el colectivo LGTBI, negando la evidencia que la Ciencia nos transmite sobre la necesidad de transitar a un modelo de vida más sostenible, defendiendo una supuesta cultura española que apesta a podrido. Las conclusiones las dejo para otra ocasión.
Lo que me pregunto ahora es qué alienta el voto al Partido Popular, siendo todo el mundo consciente de que este voto va a servir para generar alianzas con esa podredumbre política llamada Vox, mientras su líder, el Sr. Feijóo, lanza mensajes a diestro y siniestro para captar los votos que se le escaparon por la derecha, esos que no pasaron de siglo y que persisten en el antiprogreso español, que pesa más que todas las losas de mármol de todos los cementerios de España, y que personalmente siento como el mundo que jamás avanza. La ciudad muerta. La historia detenida. Mientras atravieso el tiempo, una vez más, a mi aire, haciendo equilibrios entre la indignación y el desapego que me salva, adivinando las ruinas de todas las luchas por la dignidad. Un tiempo que ya siento escaso… Y me da repelús pensar en el brillo que tratarán de sacar de nuevo a la corrupta idea de la España que heredaron.
Se ponen a cien con la palabra “derogar”: derogar las leyes que mejoran la vida de millones de personas, destruyendo mejoras para seguir siendo, en el mejor de los casos, los privilegiados que siempre fueron. Y en el peor, los privilegiados que sueñan ser, recogiendo migajas.
¿Cómo es posible que me vea a mí misma con la misma mirada incrédula de hace más de 40 años, cuando yo despertaba, y mi mente comprendió ipso facto que mi tiempo era un tiempo para cambiar cosas? Si hubiera podido creer en sus dioses, hubiera dicho aquello de “A Dios pongo por testigo que jamás me voy a conformar con esta espeluznante realidad”, pero a falta de dioses, me bastaron los discursos de renovación política.
Confié en el progreso, en la inteligencia, en la capacidad humana para comprender que si no construimos sociedades colaborativas, solidarias y justas, estaríamos destinados a fracasar como especie que busca mantener una organización social racional por el bien común, que será el bien para la Vida.
Pero ahí siguen, la Nada jamás dejó de existir: Medioambiente, la Nada. Igualdad, la Nada. Mejor reparto de la riqueza, la Nada. Extensión de la Cultura, (la de verdad, no los toros y fiestas de guardar), la Nada. Garantizar bienes básicos para la vida, la Nada. Libertades, las que ellos entienden… Y cada 8 años, volvemos a intentarlo. (Excepto en la Región de Murcia, que es un reino perpetuo). Con algo se quedan los más espabilados, eso sí, como el matrimonio de Maroto, que se casó a pesar de votar en contra de su derecho al matrimonio. O los divorcios varios de Álvarez Cascos. Y ahí nos dejan: el Mar Menor, Doñana, gente que dice que la violencia contra las mujeres no existe y que por lo tanto, sobran las políticas que persiguen las violencias machistas. Nos defienden también una educación desigual y una cada vez más recortada sanidad pública, así como que los recursos naturales nos los puso Dios para nuestro deleite y explotación máxima. Y ya proveerá más planetas. Y ese sacrosanto libre mercado, en el que da igual enriquecerse con coches de lujo que con viviendas.
No obstante, y a pesar de tamaño despropósito, lo peor de todo es la pregunta que ya no puedo obviar por más tiempo: ¿Y qué hay en la cabeza de la izquierda que no deja de colocarles la alfombra roja y servirles en bandeja todo el poder con esa doliente incapacidad para flexibilizarse un poco y esa nefasta maestría para convertir en enemigo al que está en la misma lucha y con los mismos sueños?
Disimular un poquito mejor los egos, trabajar y callar en pos de conseguir objetivos necesarios para el país y mundo que queremos, ceder asientos y tener conciencia de que el talento para convencer es más eficaz que sacar bayonetas, igual son cositas que debemos aprender, digo yo… Además de IR A VOTAR, porque no, NO TODAS LAS POLÍTICAS SON IGUALES.